Muchas cosas se pueden decir de las artes marciales, que ejemplifican disciplina, constancia, esfuerzo, marcialidad, respeto, transformación entre muchas otras cosas, y esto es cierto, pero es difícil traducir estas palabras en la vida -o bien- aplicarlas al día al día. Pensamos: “Es sólo una filosofía”, “no se aplica a mí de ninguna manera”, o “no veo los beneficios o resultados” … Por lo que me gustaría contarte un poco de cómo el Kenpo transforma la vida.
Esta no es una historia antigua, ni la clásica de “cuando tenía doce años”, ésta es una historia de una persona promedio de 32 años. Estamos hablando del año 2019.
A finales del año 2018, esta persona tomó una decisión después de años de decir “luego me meto”, “aún soy joven, tengo tiempo”; decidió para sí mismo darse la oportunidad de entrar a artes marciales. Considerando su edad, no era tarea fácil y los comentarios no eran agradables. Mucha gente empezó a criticarlo diciendo: “Estás viejo para eso. Ya no tienes la condición; mira lo que pesas”, pero aun así decidió intentarlo motivado más que nada por querer hacer algo distinto.
En enero de 2019, gracias a una conocida, le dan el contacto del Mtro. Juan Pablo Morales Quintanar; este le comenta que abrirá clases ese mismo mes, que puede entrar a entrenar gratis una semana, probar ese estilo de Karate, y si le gusta puede seguir e inscribirse. Un poco desconfiado, investiga en Google qué es Kenpo Karate; si bien el estilo no lo conoce del todo, parece bueno para defensa y decide darle la oportunidad.
En esa semana aprende algunas técnicas de defensa, lleva calentamiento y parece un buen ejercicio. Digo, para una persona sin años de nada de ejercicio, profesionista en su mayor tiempo y a su edad ¡parece toda una odisea!
Esa semana termina muy cansado. Ese viernes le proponen participar en el “sparring”, que consiste en un combate por puntos. El Mtro. José Cruz amablemente se ofrece a pelear con él. Tuvieron una pelea. Los primeros minutos parecía que iba todo bien; incluso logró conectar algunos puntos, pero al cabo de unos minutos quedó totalmente agotado, y el maestro le ganó abrumadoramente. Esto fue algo frustrante para nuestro llenito protagonista debido a que no podía seguirle el ritmo. Aun así, se crea una convicción personal de lograr mejorar esa parte que sintió que le fallaba, no por los demás sino por él mismo.
Pasó el tiempo. El entrenamiento y la filosofía empezó a hacer su camino en la mente de aquel profesionista de casi 140 kilos. Empezó a esforzarse por mejorar su condición para poder seguir el ritmo de sus compañeros. No es que el ejercicio haya sido especialmente cansado para una persona promedio, pero para una persona, que no tenía ninguna motivación por el ejercicio, cada día era un reto. Sin embargo, él tenía claro una cosa en su cabeza: conseguir por motivación propia su cinturón negro, a pesar de saber que está a años de lograrlo.
Después de un par de semanas el Maestro Juan Pablo decide otorgarle su cinturón blanco. En AKTS México es costumbre que tu cinturón blanco sea obtenido por mérito; no es un derecho al inscribirse, también es costumbre que los maestros pregunten: “¿Qué es lo que el busca o espera después de ver y entrenar Kenpo durante estas semanas?” Jamás olvidaré las palabras que salieron de ese profesionista chonchito:
“Mejorarme a mí mismo y cumplir mi meta personal de ser cinturón negro. Sólo espero paciencia y dedicación de mis maestros”.
Dos años han pasado desde ese día. Actualmente, ese estudiante va por su examen para su cinturón verde. Además, muchas cosas mejoraron en él, por ejemplo: su condición, su peso de casi 140 ahora es de sólo 87 kilos, su masa muscular, sus ánimos, cambió su mentalidad sedentaria, se animó a salir de su “zona de confort”, pasó a ser una persona muy activa lo cual le trajo nuevas oportunidades de trabajo y ¡hasta encontró a una persona especial para él…! Y sí, se lo que estarán pensando “estás inventando”. En verdad, es que gracias a Kenpo conoció a una persona, ya que charlaron sobre defensa personal empatizaron y se interesaron el uno al otro. En una agradable coincidencia ella quedó también enganchada por este arte marcial.
El futuro parece más divertido e interesante. Ahora con 34 años se siente mejor, se ve mejor y, sobre todo, muchas cosas de su vida han cambiado: trabajo, energía, mentalidad, paciencia, disciplina y mucha felicidad por estar cumpliendo su meta personal. ¿Cómo lo sé? Pues ese chonchito profesionista ¡ERA YO! Y te puedo decir, con el corazón en la mano, que es de las mejores decisiones que he tomado en mi vida y que nunca es tarde para iniciar un Arte Marcial.
Por: Martín Álvaro Fernández Muñoz
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